Atardecer en Atlántida
A solo 45 minutos de Montevideo, se encuentra la capital turística de la Costa de Oro con un encanto compartido entre lo agreste y lo urbano que invita a un retiro por extensas playas.
Fotos Ana Larocca
Desde la costa se puede apreciar la inmensidad de un paisaje que lo tiene todo: cielo, mar y la vegetación justa para enmarcar una fotografía de ensueño.
Durante el día, nada se compara con una mañana playera para descansar del ritmo agitado de la ciudad, un paseo por la rambla o una recorrida por las pintorescas construcciones antiguas. Mientras que la movida nocturna también ofrece propuestas variadas con un fuerte polo gastronómico y algunas discotecas. Las playas de Atlántida son un capítulo aparte. Se caracterizan por grandes bosques de pinos y eucaliptus, el mar calmo de la Mansa y la arena fina de la Brava, elegida por los surfistas que llegan en busca de olas desafiantes. Aquí todo es tranquilo, especialmente fuera de temporada alta cuando las calles se cubren de más bicicletas que autos y el cantar de los pájaros es la bienvenida de cada nuevo día.
Primeros pasos Antes de que Atlántida se convirtiera en uno de los balnearios más visitados de Uruguay, la zona era una franja de arena inhabitada repleta de kilómetros de campos y bañados.
Los primeros turistas eran familias pudientes de la localidad de Pando, que frecuentaban el lugar para acampar en la playa Mansa.
Formalmente, Atlántida se fundó como balneario en 1911 aludiendo con su nombre al mítico continente perdido de los griegos. A partir de este entonces, su fisionomía comenzó a tomar forma con el diseño del ingeniero Juan Pedro Fabini, quien inició el fraccionamiento de las tierras y solares. El balneario empezó su transformación hacia lo que es hoy, destacado por sus calles arboladas, una rambla de alto barranco, escalinatas que llegan a la playa y antiguos chalets con vista al mar. Ya hacia la década del 40, se instalaron en la zona de la estación de ferrocarril las primeras familias del campo dedicadas a varios oficios, lo que permitió declarar la zona como centro poblado para habilitar el agua potable e iniciar el saneamiento.
Para inspirarse
Muchos artistas encontraron en Atlántida el lugar ideal para sus más valiosas creaciones. De hecho, el balneario fue musa inspiradora y refugio amoroso de un amor clandestino entre Pablo Neruda y Matilde Urrutia, quien se convertiría en su tercera esposa. En sus escritos, el poeta hacía alusión a Atlántida como Datitla, nombre del chalet prestado por un amigo arquitecto uruguayo, para mantener en secreto el lugar de sus escapadas pasionales. Otros reconocidos visitantes ilustres del lugar fueron el poeta español Federico García Lorca, el actor Luis Sandrini y el cantante Hugo del Carril.
Un fin de semana basta para establecer el contacto necesario con la naturaleza y retornar a la rutina con todas las energías.
Son muchas las atracciones del balneario, en especial para disfrutar al aire libre, ya que hay algunos parajes obligatorios que no se pueden dejar pasar en una visita a Atlántida.
Sin lugar a dudas, el edificio El Águila es el más interesante y emblemático, ubicado en el kilómetro 43 de la ruta Interbalnearia.
De este se ha dicho que fue observatorio para los espías nazis en tiempos de guerra, que funcionó como laboratorio alquimista y que es un centro de energía cósmica, entre otras tantas leyendas innumerables.
El Águila se puede visitar cualquier día para contemplarlo desde afuera, aunque de viernes a sábados y feriados, entre las 10 y las 17 horas, es posible acceder a su interior. Otro monumento característico de la ciudad es Un sol para Atlántida, que rinde homenaje a nuestro artista Carlos Páez Vilaró, instalado de tal manera que su forma coincide con la del sol durante el crepúsculo. Este símbolo está cercano a una tradicional expo platea, que es el punto de encuentro entre los jóvenes de la ciudad, desde donde la playa toma enormes dimensiones. La arquitectura también destaca por su grandiosidad, presentando distintas construcciones originales que son reconocidas en toda la región. Conocer lugares como el edificio El Planeta o la iglesia Cristo Obrero completará un paseo cultural que realmente vale la pena.